Esta vez, para bucear

Regreso a Asia junto a mi hermano Fermín. Él es veterano en las cosas del submarinismo, yo lo soy en el continente. Juntos nos sumergiremos en las azules aguas del golfo de Tailandia, en la isla de Ko Tao. Un paraíso terrenal, dicen... y marino.

jueves, 9 de abril de 2015

Ascenso a superficie


No hubo suerte y, pese a meternos al agua con el sol recién amanecido, no vimos tiburones. La visibilidad no era la mejor, y, pese a que sobrepasamos las boyas que indican cambio de profundidad, todo lo más fueron un par de barracudas y algún cardúmen de peces multicolor. Después del baño, hemos ido a almorzar con Ana, nuestra amiga de viaje. Una catalana aventurera y también bloggera. Que se bebe el mundo a tragos largos, sin importarle las heridas que le provocan sus andanzas, sea una quemadura o un mordisco de tiburón. Es jugadora de rugby profesional, y su próximo destino es Bali, antes de mudarse a Nueva Zelanda (más lejos no se puede ir) para jugar a lo que más le gusta. Si en algún momento encuentras un hueco, ya sabes que también tienes sitio en Pamplona por San Fermín.

Pero hoy la cosa ha sido de emprender el largo regreso. Como Frodo y Sam Sagaz. Primero ha sido el barco que nos ha sacado de la isla paradisíaca. Y, tras una singladura de tres horas hasta la península, nos esperaba puntual el autobús de dos pisos que nos llevaría hasta Bangkok. 



Nueve horas y media recorriendo las carreteras tailandesas de Sur a Norte, con algún bandazo y más de un sobresalto con tanta moto cruzándose sin mirar. He optado por evadirme un poco de la carretera (íbamos en primera fila) y me he refugiado en los tercios de Flandes con el audiolibro de "El Sol de Breda".

Y así, estamos en Bangkok, de nuevo molidos, aunque no tanto como en el viaje de ida. Nuestro hostel es bastante infecto. Y la ciudad rebosa de madrugada de una vida nocturna animada, hedionda, decadente. Lo mismo salen de una discoteca los ecos de una canción trallera a miles de vatios, como de una alcantarilla los chillidos de los millones de ratas que pueblan el subsuelo.



Ahora nos tomaremos una cervecita para cerrar el viaje y dar fin a la aventura. Por delante tenemos dos vuelos de 8 horas, con una noche en Dubai en medio, otra noche en Madrid y un viaje en tren hasta Pamplona.

En el buceo, antes de completar la salida a superficie después de bajar a más de nueve metros, es necesaria una parada de seguridad de 3 minutos a cinco metros. Para que el cuerpo expulse el nitrógeno de los tejidos. Creo que la vuelta al día a día no va a necesitar de esa parada. Como siempre me pasa, llega un punto en los viajes en que cambio el chip y me apetece coger la rutina del cole. Y como bien nos ha escrito mi abuela: ya nos vale, tenemos que volver contentos a trabajar. Pues eso, pilas cargadas y, en un par de días, "modo on". Salimos a superficie.


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